domingo, 27 de septiembre de 2009

CRÓNICA ALLA BOLOGNESA (II)


A lo anterior se le añade salsa de tomate (si hay pelea la sangre vale) y carne picada por encima. El queso rallado se puede espolvorear sobre la piel desnuda. Hay quien considera que no se debe echar queso y sí orégano en abundancia.


Nuestros aguerridos viajeros reposaban del gran esfuerzo hecho dando un paseo por la playa. Llegó la hora de la cena. Empezaron a aparecer en la mesa manjares exquisitos, en una proporción, hay que decirlo, más moderada que en anteriores ocasiones. El Carpio hizo acto de presencia con dulces variados. Empezaron a afilarse los cuchillos: “Vamos a ver, aquí hay unas cuestiones pendientes; ¿qué querías decir con esas acusaciones infundadas?, qué vena te está saliendo en esos mensajes que mandas?”. La aludida esquivaba la mirada, probablemente pensaba en esos mensajes que uno lanza alegremente incitado por la pantalla en blanco y por la facilidad para decir paridas que favorecen las nuevas tecnologías. Pero, en ese momento, se oyó la teoría clave que iba a dejarla aún más postrada y que ha tardado un tiempo en digerir. “Nosotras somos cuidadoras, tenemos que alimentar a la especie, tenemos que procurar alimentos”. Estas afirmaciones (más o menos literales, esta cronista no estaba presente y, por tanto, ha tenido que reconstruirlas tras una minuciosa investigación no muy fiable). El efecto de estas palabras sobre la mente de la llamada Jefa fue demoledor: ya no volvió a decir casi palabra, balbuceó algunas frases incoherentes pues no se esperaba ese giro en la argumentación y no estaba preparada para una respuesta adecuada (caso de que realmente hubiera tenido una respuesta, aunque fuera inadecuada).


Cuando me contaron la escena me quedé meditando (unos meses) y, por fin, creo que puedo compartir con los lectores y lectoras el resultado de estas reflexiones que no llegan a conclusión alguna.


LOS GENES, LA COCINA, LA GASTRONOMÍA, LAS AUTONOMÍAS.


Viejo debate: ¿la herencia o el entorno?


Preguntas: si es importante en el deseo de dar de comer a los demás la pertenencia al sector femenino de la población ¿en qué categoría pondremos a los aguerridos peroleros, los cocineros de las sociedades gastronómicas, los variados hombres de pelo en pecho ( no de los que se depilan como ahora) que disfrutan cocinando para MUCHA GENTE, no necesariamente para quienes tienen alrededor a diario?. Podríamos intentar una explicación tipo RH y decir que, por ejemplo, el gen vasco te incita a comer en exceso y dar de comer, como resto de una sociedad matriarcal primitiva pero ¿y los peroles de San Rafael?, por no entrar en otros terrenos étnico-gastronómicos que nos desviarían demasiado de nuestro objetivo.

Gran cuestión: las tapas son ¿macho o hembra?.

En esta época de mestizaje ¿por dónde tiramos?. ¿Cómo resolvemos algunas de las situaciones siguientes, muy inquietantes?, ¿dó están las esencias?:

  • el vino Rueda Verdejo, de Marqués de Riscal, ¿es riojano o vallisoletano?;

  • las comidas extrañas que difunde Eroski, ¿de dónde son?;

  • una chica de Bilbao le discute a un camarero de Barcelona que lo que le ha servido no es salmorejo, que es gazpacho espeso, que ella lo sabe bien, que su tía se lo ha hecho muchas veces;

En el último ejemplo la preocupación por la comida ¿es étnica o genérica, de género femenino?.





Perdida totalmente en la inmensidad de las variables y buscando una luz en el horizonte volví a la literatura para encontrar un método que me permitiera analizar el trascendental problema: ¿Es la pertenencia al sector femenino (no confundir con Sección Femenina) determinante a la hora de intentar alimentar y procurar satisfacer nutricionalmente a nuestros cercanos o son importantes otros factores, como la educación, el entorno geográfico de crianza, etc?. La respuesta metodológica la encontré en La saga/fuga de J.B., de G. TORRENTE BALLESTER.

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